Cuando naces en un país como México, creces acostumbrado a visitar ruinas arqueológicas. Desde las obligadas salidas escolares, hasta los viajes familiares por carretera y las “recargas de energía” en los solsticios. Nos hemos adaptado a imaginar estas antiguas ciudades y su arte, como una escena monocromática. Por ejemplo, podemos imaginar a la gran metropoli de Teotihuacan primordialmente envuelta en tonos grises de piedras volcánicas; a Chichen Itzá y a las ruinas mayas, de tonos más bien blancos. Y a las, siempre frecuentes, cabezas de serpiente, los chaac-mol, y las deidades, las concebimos petrificadas, vistiendo un solo color.
Sin embargo, la experiencia estética que vivieron los contemporáneos de esas ciudades prehispánicas fue quizá muy distinta. Con el fin de reproducir de una manera más fiel esa experiencia, el proyecto “el color de los dioses” reconstruye los colores originales de diferentes piezas del arte, primordialmente, Mexica.
El proceso de reconstrucción de la policromía prehispánica es un trabajo multidisciplinario en donde se tienen que analizar los códices, los pigmentos conservados en piezas así como utilizar procesamiento computacional para detectar y simular el estado original de la escultura.
Este domingo tomé la bicicleta, en un extenuante recorrido bajo el sol de 24 km, para llegar al Templo Mayor. Actualmente ahí se exhiben las coloridas reproducciones de las piezas. Los Mexicas tuvieron una paleta de colores muy definida, diferente y menos rica que la de otros pueblos de la cuenca. Sobresalen el rojo, el ocre, el azul, el blanco y el negro, estudios etnológicos señalan que esta elección de colores entre diversos pueblos prehispánicos corresponden a las tonalidades de las hojas del maíz y de las mazorcas en Mesoamérica.
Curiosamente, algunas de las piezas del templo mayor mantuvieron parte de sus colores porque las conservó la humedad del subsuelo del centro de la Ciudad de México: el lago muerto.
Después de visitar esta exposición quizá no nos cueste trabajo concebir a las viejas ciudades, como las mayas, llenas de rojos y colores intensos, en vez de sólo blanco.
Como una pintura nos iremos borrando